En la mira

La agilidad mental del presidente

 

Dentro de poco más de cinco meses Felipe Calderón entregará la estafeta a su sucesor y hay que reconocer que durante los cinco años y medio que lleva al frente del Ejecutivo ha recibido muchas críticas injustas. El texto que sigue nos muestra a un hombre que casi había pasado desapercibido. El pasado miércoles 28 de marzo se desarrolló el programa de Televisa, Tercer Grado, de manera insólita, con la presencia del presidente de México, Felipe Calderón, como invitado.

Leopoldo Gómez, vicepresidente de la empresa, conduce el programa y modera la participación de Adela Micha, Denise Maerker, Carlos Loret de Mola, Carlos Marín, Ciro Gómez Leyva, Joaquín López Dóriga y Víctor Trujillo. De estos siete, generalmente aparecen sólo cinco ó seis, pero en esta ocasión estuvieron todos.

Comenzó a las 23:15 horas y terminó, de manera inusual, a la una de la mañana del día siguiente y el formato fue de preguntas de los ocho mencionados, incluido Gómez, al presidente Calderón y las respectivas respuestas de éste.

Lo que más llamó la atención fue la gran agilidad mental del presidente. Respondió puntualmente a todas las preguntas y corrigió de manera contundente a algunos de los que ingenuamente hacían preguntas que en ocasiones era del dominio público que planteaban premisas falsas, o de otra manera quedó demostrado que eran amañadas.

Le preguntaron sobre los asuntos y reformas que quedaron pendientes, su visión acerca del PRI, el papel que jugará en los comicios que se aproximan, las alianzas electorales y lo que sucedió en el 2006; además, su parecer sobre las críticas en su contra y acerca de la lucha contra el narcotráfico. Le pidieron que enumerara los momentos más difíciles de su mandato y que expusiera a qué se va a dedicar cuando deje la presidencia. Fueron casi dos horas en las que se sucedieron una pregunta tras otra.

Pero no es el caso ahora de reproducir lo que ya ha sido publicado en diversos medios, sino de hacer un esbozo del comportamiento de cada uno de los nueve participantes que, comparado con el del presidente, nos permita sacar una conclusión.

Adela, como siempre, con preguntas superficiales; intentó, en una ocasión, hacerle al presidente lo que hace a los invitados que entrevista en su noticiero, “Las noticias por Adela”, y quiso cortarlo en la respuesta que daba, pero el presidente no cayó en la trampa; parece como si a Micha no le interesaran las respuestas del entrevistado, sino sólo sus propias preguntas y soltar la carcajada de vez en cuando. En esta ocasión no le funcionó.

Denise, inteligente, precisa, con datos y preguntas frescas.

Carlos Marín, patético, superficial, en otro mundo. Con frecuencia interrumpía las respuestas del presidente vociferando con la intención de parecer gracioso con una broma arcaica, pero se vio muy mal, no encajó en la emisión. Un ejemplo de su conducta fue cuando preguntaron al mismo tiempo Denise y él; Marín se quiso adelantar, pero el presidente lo atajó y le dijo: “Primero las damas”, y a mitad de la respuesta del presidente soltó Marín en voz alta y en tono burlón: “Lo bueno es que yo también soy un caballero”. Pero se vio muy mal, porque tuvo que ceder el lugar a la dama tras la intervención del presidente, no por decisión personal. Además, a lo largo de las muchas emisiones de Tercer Grado ha quedado clara la antipatía de Carlos hacia Denise, con agresiones frecuentes que en ocasiones parecen reflejar el odio de género a quien algunos han calificado por sus preferencias sexuales.

Loret de Mola, impreciso, manipulador, fue corregido de manera tajante por el presidente en dos ocasiones: “Eso es una falsedad, Carlos”, con la explicación apabullante del que conoce el tema que se trata.

Ciro, como siempre, tejiendo alrededor de la imprecisión y la incoherencia.

Trujillo, simpático, con frecuentes caras chuscas, pero con un claro desconocimiento profundo de los temas que tocaba.

López Dóriga se vio serio, medido, atento a las preguntas de sus compañeros y a las respuestas del presidente; tuvo pocas intervenciones, pero correctas, meditadas, con la experiencia del hombre bien informado.

Y Leopoldo Gómez fue el mejor moderador. Sus intervenciones fueron las necesarias y sus preguntas corrigieron en parte las superficiales de los que así se condujeron.

Parece ser que es al final del sexenio cuando se da la gran entrevista que nos permite conocer mejor al mandatario en turno. Fue así cuando a Díaz Ordaz lo entrevistó, casi al terminar su sexenio, el padre de Thalía, Ernesto Sodi Pallares, ocasión que el presidente aprovechó para nombrarlo “Cronista de la Provincia” y a la pregunta de Sodi sobre qué tacos prefería, contestó que los de trompa, en clara alusión burlona a su propia imagen.

En esta ocasión, la entrevista fue multitudinaria, con preguntas de un ejecutivo de la empresa y conductor del programa, seis titulares de otros tantos noticieros y el codirector de un periódico.

La conclusión es: pudimos ver la imagen de un Felipe Calderón muy inteligente y bien informado, con una enorme agilidad mental, que por algo ganó los debates a sus contendientes en el 2006. Ahora, con la experiencia de casi seis años en la presidencia y acostumbrado a las ofensas innecesarias que requieren de su cordura y a las respuestas “a bote pronto”, apabulló a los integrantes oficiales de Tercer Grado. Vimos a un Felipe Calderón con la estabilidad emocional necesaria para aguantar y responder a todas las preguntas de manera tranquila y doctoral, pero sencilla y clara.

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